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martes, 27 de diciembre de 2011

Dr. Juan Carlo Amatucci.

Para vivir la

Navidad.

Departamento de Audiovisuales Editorial SAN PABLO.

Una de las características más distintivas del tiempo navideño en nuestros días es la costumbre de hacer regalos. Tanto las antiguas y diversas tradiciones que aún hoy se conservan (Papá Noel, el arbolito navideño, etc.) como la sociedad de consumo parecen habernos impuesto una suerte de necesidad, frenética en algunos casos. Esta urgencia por salir de compras y cumplir obligadamente con los regalos, como si se tratara de un rito, desplaza a un segundo plano al verdadero sentido de la Navidad: la celebración del nacimiento de Jesús. Prueba de ello son los centros comerciales que, por estas horas, lucen atestados de gente apresurada y haciendo largas colas para adquirir toda clase de productos.
 
¿En nuestro caso particular, como nos disponemos a celebrar esta nueva Navidad? ¿Podremos compatibilizar la celebración del nacimiento del Emmanuel con la forma  que la sociedad de consumo nos propone para vivir la Navidad? ¿Qué cosas creemos que debemos adquirir si, eventualmente, saliéramos de compras navideñas? Un simpático cuento anónimo, que recibí por Internet, titulado “La tienda del cielo”, puede ayudarnos a continuar reflexionando sobre estas cuestiones:
 
Para leer:
Con motivo de la Navidad, fui a comprar los regalos para mis seres queridos. Buscaba algo diferente este año. Un regalo que al recibirlo les causara alegría, satisfacción y que pudieran utilizar toda su vida. Finalmente, después de varios días de buscar, vi un letrero que decía "La tienda del cielo". Me acerqué, y la puerta se abrió. Me recibió un ángel entregándome una canasta y me dijo:
—Compra con cuidado— todo lo que un cristiano necesita estaba en aquella tienda—. Lo que no puedas llevar ahora lo podrás llevar después —agregó.
 
Entonces, primero compré paciencia. Luego el amor, pues estaba en la última estantería; más abajo estaba el gozo, para estar siempre alegre. 

Compré dos cajas de paz para mantenerme tranquilo y dos bolsas repletas de fe para los retos del próximo año que se está por iniciar. Recordé que debía mostrar benignidad, bondad y mansedumbre con mis semejantes; asimismo, no podía olvidarme de la templanza para controlar mi temperamento en todo momento, de modo que compre una de cada una. 

Llegué por fin a la salida y le pregunté al ángel:
 
—¿Cuánto le debo?
 
Él  me sonrió y me respondió:
 
— Hijo mío, ¡Jesús pagó tu deuda hace ya mucho tiempo!

 
Para la reflexión personal y grupal:
 
-Señalar en el texto aquello que más haya llamado nuestra atención y explicar el porqué.
 
-Confrontémonos con el autor del relato: ¿en qué aspectos nos parecemos? ¿Solemos salir de compras en esta época? ¿Nos inquieta conseguir, obsequiar regalos auténticos y originales? ¿Por qué?
 
-¿Por qué creemos que el ángel de aquella tienda le sugirió a nuestro narrador que comprara “con cuidado”? ¿Qué significa que en aquel local había “todo lo que un cristiano necesita”?
 
-¿Cuáles son las “cosas” que terminó comprando nuestro relator? ¿Por qué suponemos que eligió esos regalos y no otros? ¿Estamos de acuerdo con aquella compra?
 
-¿Qué sucedería si tuviéramos nosotros la posibilidad de visitar la “tienda del cielo”? ¿Qué regalos compraríamos?  ¿Los mismos que los del personaje del relato? ¿Otros? ¿Priorizaríamos unos más que otros? ¿Cuáles y por qué?
 
-¿Cuál era el precio de la compra? ¿Por qué el ángel no le cobró nada?
 
-¿Cómo nos disponemos a vivir esta nueva Navidad? ¿Nos encontramos imbuidos en el ritmo frenético y consumista que la sociedad y los medios nos imponen? ¿Nos cuesta reconocer, en medio de tanta propaganda, pirotecnia y bullicio, el llanto del Salvador que se nos regala en la humildad del pesebre? ¿Qué obsequios podemos llevarle al niño de Belén?
 
-Esta Buena Noticia del nacimiento de Jesús que se hace uno de nosotros y se nos regala para nuestra salvación, ¿sigue siendo causa y motivo de alegría? ¿De qué manera podemos difundirla en los ámbitos donde nos movemos?
 
Para profundizar nuestra reflexión:
 
Navidad se ha convertido en la fiesta de los regalos para imitar a Dios que se ha dado a sí mismo. ¡Dejemos que esto haga mella en nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente! Entre tantos regalos que compramos y recibimos, no olvidemos el verdadero regalo: darnos mutuamente algo de nosotros mismos. Darnos mutuamente nuestro tiempo. Abrir nuestro tiempo a Dios. Así la agitación se apacigua. Así nace la alegría, surge la fiesta. En las comidas de estos días de fiesta, recordemos la palabra del Señor: “Cuando des una comida o una cena, no invites a quienes corresponderán invitándote, sino a los que nadie invita ni pueden invitarte (cf. Lc 14,12-14). Precisamente, esto significa también: Cuando tú haces regalos en Navidad, no has de regalar algo solo a quienes, a su vez, te regalan, sino también a los que nadie hace regalos ni pueden darte nada a cambio. Así ha actuado Dios mismo: Él nos invita a su banquete de bodas al que no podemos corresponder, sino que sólo podemos aceptar con alegría. ¡Imitémoslo! Amemos a Dios y, por él, también al hombre, para redescubrir después de un modo nuevo a Dios a través de los hombres.
 
De todo eso habla la señal que les fue dada a los pastores y que se nos da a nosotros: el niño que se nos ha dado; el niño en el cual Dios se ha hecho pequeño por nosotros. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de mirar esta noche el pesebre con la sencillez de los pastores para recibir así la alegría con la que ellos tornaron a casa (cf. Lc 2, 20). Roguémosle que nos dé la humildad y la fe con la que san José miró al niño que María había concebido del Espíritu Santo. Pidamos que nos conceda mirarlo con el amor con el cual María lo contempló. Pidamos que la luz que vieron los pastores también nos ilumine y se cumpla en todo el mundo lo que los ángeles cantaron en aquella noche: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. ¡Amén!
 
(Benedicto XVI, Extractos de la Homilía en la solemnidad de la Natividad, 24/12/2006, tomado de www.vatican,va)
 

 
Para rezar:
 
Querido Papá Dios,
¿cuánto falta para Navidad?
Es que queremos preparar con tiempo
un regalo para ti y los demás.
Tú, que eres el inventor de los misterios,
enséñanos a pensar en regalos que sorprendan
hasta aquellos que tienen más.
Querido Papá Dios, 
¿falta mucho para Navidad?
No sabemos si nos alcanza el tiempo
para todo lo que hay que hacer.
Envolver besos, abrazos, cariño, risa, amor y amistad.
Para todos los que no saben
que es una fiesta el poder dar.
Querido Papá Dios,
¿cuándo llega la Navidad?
Es que estamos muy ansiosos 
deseando que ya pueda llegar
ese tiempo para festejar
la sorpresa de Jesús 
que se nos vino hasta acá.
Querido Papá Dios,
¿por qué esperar hasta Navidad?
Si hoy ya podemos empezar
sorprendiéndote a vos y a muchos más
dando nuestras vidas por los demás.
Amén.
 
(Anónimo, tomado de www.webselah.com)

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