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domingo, 4 de diciembre de 2011

Doctor Juan Carlo Amatucci. Año lectivo.

 
Homilía de Mñor. Aguer en la misa de 
clausura del año lectivo.
 El prelado platense aseguró que “sin duda que el colegio tiene que transmitir a los alumnos los saberes elementales y cumplir con los programas de las distintas materias y áreas del conocimiento; debe también inculcar valores y actitudes que se refieren a los grandes bienes del hombre. Pero en cuanto escuela católica tiene como misión específica educar en la fe, ayudar a niños y adolescentes a adquirir criterios correctos de juicios, a pensar y desarrollar la inteligencia en el ámbito armonioso y bellísimo de la visión cristiana del mundo, a forjar la voluntad en la práctica de las virtudes naturales y sobrenaturales; en suma, intenta que todos los alumnos lleguen a ser auténticos discípulos de Jesús”.
 Nadie puede ser obligado a serlo, pero corresponde
que la escuela católica le brinde la oportunidad, que le muestre con claridad ese ideal original y exigente y disponga los medios necesarios para identificarse con él, para abrazarlo con decisión y valentía”, subrayó.
Monseñor Aguer insistió en que “ésta es la cuestión fundamental: ¿qué lugar ocupa en sus vidas el ideal cristiano? ¿Qué lugar ocupa en ellas el mismo Jesucristo? De la respuesta a este interrogante depende la orientación concreta y el sentido de la existencia. En esa decisión espiritual confluyen las grandes y pequeñas inquietudes que a veces de un modo inconsciente y otras de un modo manifiesto agitan nuestra vida. ¿A qué cosas atribuimos valor? ¿Qué es lo que nos atrae con fuerza, lo que realmente nos importa? ¿Cuándo, en qué situaciones creemos ser libres, y en qué pensamos que consiste la felicidad? ¿Cuáles son nuestras aspiraciones? ¿Basta sentirse bien, divertirse, contar muchos ‘amigos’ (entre comillas) colgados en nuestra lista de facebook, no tener problemas?”
“Jesús tiene que ver con todo eso, y con mucho más, con la vida entera. Piensen ustedes sobre esto, medítenlo en algún momento de silencio, en oración delante del Señor. No tengan vergüenza ni miedo de distinguirse y de definirse como cristianos. No se dejen manejar por los que manipulan la opinión general, por los que fabrican las modas y las imponen como un producto de mercado: no se encierren en el egoísmo individual o del grupito. No se conformen con sumarse al rebaño descaminado que no sabe adónde va, ustedes que son ovejitas libres que conocen la voz del Buen Pastor y están llamados a seguirle voluntariamente, con aquella elección que llena de satisfacción, ilumina y corona de alegría la personalidad. No quieran pertenecer al número de los sabios y prudentes según la clasificación del mundo; elijan en cambio la verdadera grandeza, la sabiduría, y la prudencia verdaderas que están en la pequeñez, la que es propia de los hombres y mujeres de fe, de los niños, de los hijos de Dios”, concluyó.+

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