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sábado, 11 de febrero de 2012

Dr. Juan Carlo Amatucci.

Salud espiritual . 
Por Jorge A. Blanco.
Departamento de Audiovisuales 
Editorial SAN PABLO
audiovisuales@san-pablo.com.ar 



En la edición Nº 532, desde esta misma sección, comentábamos que algunas personas comienzan cada año realizándose un chequeo médico, y que, por lo tanto, en esa misma línea, sería interesante iniciar también el año chequeando nuestra salud “espiritual” o “interior”. Así como recurrimos a exámenes y estudios que nos permiten evaluar y prevenir cualquier inconveniente de salud física, resulta igual de importante chequear cómo estamos interiormente y, por qué no, cuestionarnos de qué manera estamos viviendo y hacia adónde vamos, tanto personal como grupalmente, para corregir o cambiar aquellos hábitos, costumbres que nos impiden o dificultan lograr las metas que deseamos alcanzar, y perfeccionar lo que descubramos de positivo.
Los espacios propios de este tiempo (vacaciones, campamentos, encuentros, misiones, etc.), con sus características particulares, pueden ser momentos propicios para reflexionar y replantearnos estos aspectos, difícilmente atendidos en otro período del año.

Hoy les propongo una dinámica adaptada para la ocasión, perteneciente al P. José Marins y su equipo (http://www.cebs.ws), que nos ayudará a trabajar sobre nuestros hábitos y su influencia en nuestra vida cotidiana, y a evaluar su origen y la necesidad de mejorarlos o cambiarlos:
1) 

 Si se trata de un trabajo grupal, reunión, etcétera, cada integrante deberá contar con una hoja que contenga el cuestionario que describiremos a continuación. Otra opción puede ser que dichas preguntas se escriban en un pizarrón, papelógrafo, afiche, a la vista de todos. El cuestionario deberá ser respondido primero de modo personal y luego compartido en pequeños grupos de tres personas, jóvenes, etc.
Cuestionario sobre cosas y cuestiones en las que ya tenemos un comportamiento fijo:
1. 

Modo de despertar por la mañana.
2. 

Modo de vestirte.
3. 

Modo de peinarte.
4. 

Organización de tu habitación.
5. 

Organización de tu mochila, cartera, portafolio, valija de viaje, etc.
6. 

Organización de tu escritorio, mesa de trabajo, etc.
7. 

Modo de dar regalos.
8. 

Modo de contestar o no los mensajes de correo electrónico.
9. 

Modo de decir las cosas:
-frases cortas,
-repetición de palabras,
-repetición de chistes.
10. 

Modo de asistir a un evento, salida, espectáculo, etc.:
-mucho antes,
-justo en el horario de comienzo,
-después que comenzó.
11. 

Modo de responder y contestar el teléfono:
-frases cortas,
-conversación larga.
12. 

Modo de leer el diario, periódico, etc.:
-comenzando por los títulos de la primera página;
-comenzando por los títulos de la última página;
-comenzando por la sección deportiva, policiales, por la sección de humor, etc.
13. Modo de mirar la televisión:
-comiendo o bebiendo algo;
-hablando con quien esté a nuestro alrededor;
-mirando el periódico, revistas, libros, etc.;
-totalmente en silencio y concentrado.
2) 

 Contestación individual de las cuestiones
Cada participante tendrá un tiempo estimado de diez minutos para contestar el cuestionario. Deberá hacerlo en silencio y con total espontaneidad.
3) 

 Evaluación en grupos de tres
Elegir luego otras dos personas, compañeros, amigos, con los cuales compartir lo reflexionado y evaluar los propios hábitos y los de los demás.
Lo que se quiere y se debería cuestionar en esta instancia, en no más de veinte minutos/media hora, es el nivel de hábitos que uno ha adquirido a lo largo de la vida y cómo se hace para cambiarlos, si fuera necesario, o, si no fuera necesario cambiar, cómo se los mantiene.
Nos podrán ayudar algunos criterios como:

*Definir qué es un hábito.
*Qué tipos de hábitos existen y conocemos.
*Que cosas, cuestiones, circunstancias contribuyeron a desarrollar y mantener los hábitos descritos.
* Qué cosas, cuestiones, circunstancias provocan y generan el cambio de hábitos en la vida de una persona y en la nuestra.
*Lo positivo y negativo de los hábitos.
4) 

 Trasladar lo que estamos reflexionando a nuestra vida religiosa, pastoral, parroquial, etc. Preguntarnos cuáles son los hábitos que deseamos adquirir, fortalecer para lograr una relación más profunda con el Señor y vivir, a lo largo de este año que comienza, una vida más cristiana. Al mismo tiempo, señalar cuáles son los hábitos negativos que debemos desterrar de nuestra vida, porque nos alejan del amor de Dios.
5) 

 Luego de lo trabajado, podemos compartir la siguiente reflexión, ya sea leída personal o grupalmente:

Condición previa si se quiere conseguir dejar un mal hábito (fumar, mentir, etc.) es desearlo de verdad. Lo mismo podríamos decir si lo que queremos es adquirir un hábito positivo (ser personas aseadas, ordenadas, etc.). Desearlo firmemente no siempre es suficiente si la persona no está acostumbrada a venderse a sí misma.

De modo habitual, las personas consideradas heroicas han ido robusteciendo su carácter por medio de la repetición de actos sencillos, pequeños, pero realizados de modo constante. El acto heroico aislado, sin relación con la historia de la persona, aunque no es imposible, sí resulta muy improbable; cada uno actúa según los hábitos adquiridos.

Los hábitos positivos son aquellos que acercan a la persona a su plenitud como ser humano y, por tanto, a su felicidad. Una persona sin hábitos de comportamiento positivos queda a merced de las pasiones; cae en la dinámica del mínimo esfuerzo y suele elegir de modo habitud el placer sin una valoración sobre su bondad o no.

En la práctica, la educación de una persona consiste en ayudarla a que consiga hábitos de actuación que contribuyan a su mejoría como persona. Estos hábitos solo se consiguen con entrenamiento.

Quien más y quien menos se ha entrenado para algo. Entrenarse supone esfuerzo, sacrificio, y solo es capaz de mantenerlo de modo continuado aquel que tiene motivos para hacerlo. Los hábitos bien adquiridos armonizan la inteligencia, la voluntad y los sentimientos de tal manera que hacen posible disfrutar de una personalidad equilibrada. Cuando la razón y el corazón van en la misma dirección, es más fácil lograr adquirir un hábito. El problema se encuentra cuando las dos motivaciones no están alineadas. En esos casos, la razón debe señalar la meta y lograr que el corazón se entusiasme con conseguirla. Se decide con la inteligencia y se pone el corazón para actuar. Un motivo poderoso es motor fundamental para el esfuerzo que se necesita.

En la educación en valores, el educador aspira a crear hábitos de comportamiento y no solo a sensibilizar a los educandos sobre determinados valores. La experiencia dice que algunos se conforman con provocar esa admiración hacia lo bueno: han perdido de vista el objetivo de que el educando necesita construir su personalidad sobre su vida real.

Es distinto admirar un valor que conseguir adquirirlo. Para valorarlo, basta con una motivación superficial. Para desearlo con tal fuerza que se esté dispuesto a emplearse a fondo por lograrlo, hace falta una motivación profunda y duradera.

Los hábitos se adquieren a fuerza de tomar decisiones: cuanto más frecuentes y profundas sean, mejor. Por tratarse de comportamientos, son el resultado de características innatas (aspectos genéticos difíciles de cambiar), conocimientos (se consiguen con información), motivaciones (se logran con formación) y habilidades (se alcanzan con entrenamiento) de la persona.

Así lo escribió José Manuel Casado: "Aristóteles decía: Somos lo que hacemos día a día, de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito". Nuestro carácter está moldeado por los hábitos. Un proverbio chino reza: Siembra un pensamiento, cosecha un hábito, siembra un hábito, cosecha un carácter. Los hábitos son factores poderosos de nuestra vida, pautas coherentes que reproducimos de manera inconsciente, cotidiana y constantemente, y que expresan nuestro comportamiento y carácter.

(La educación de los hábitos, Sebastián Cerro, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Navarra, tomado de www.catholic.net)
6) 

 Finalizar con una oración, la cual puede ser espontánea, fruto del trabajo realizado, o como la que describimos:

Señor,
yo sé que tú nos has creado para ser feliz,
pero muchas veces estoy buscando motivos para quejarme,
para estar triste, para no disfrutar de la vida cotidiana.
Hoy, Señor, quiero cambiar e imploro tu gracia divina
para que se produzca una verdadera conversión
y un cambio de hábitos en mi vida.
¡Ayúdame a entregarte, de una vez y para siempre,
los vicios y pecados que me esclavizan
y me separan de ti y de los hermanos.
Hoy te entrego, Señor, mi vida,
devaluada por el pecado,
y te pido que rompas todas mis ataduras con el mal.
Quiero entregarme a los ideales que valen la pena,
pero que muchas veces se quedan en puras palabras
a causa de mis apegos y del tiempo que gasto
en mis hábitos y esclavitudes.
¡Toma mi vida entera, Señor,
apodérate de ella con tu libertad y tu poder.
Hoy vuelvo a proclamarte solo a ti como Señor
y Salvador de mi vida,
porque tú me quieres sano,
fuerte, feliz y liberado.
Sáname, Señor.
Amén.

(Fragmentos y adaptación de la oración de Víctor Manuel Fernández, de su libro Oraciones para sanar desde adentro, SAN PABLO)

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