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domingo, 19 de junio de 2011

   

    Mensaje de Benedicto XVI a los 


                      Obispos.


"Habéis sido enviados al pueblo de Dios como pastores y estáis llamados a enseñar, santificar y gobernar las Iglesias locales", dijo el Papa. "Cumplís esta tarea a través de la predicación del Evangelio, la celebración de los Sacramentos, y la atención por la santidad y la eficaz actividad pastoral del clero. (...) 
También estáis llamados a gobernar en la caridad a través de una vigilancia prudente con vuestras facultades legislativas, ejecutivas y judiciales. 
En este papel delicado y exigente, el obispo, como pastor y padre, debe unir y formar a su rebaño como una familia en la que todos, conscientes de sus deberes, desean vivir y actuar como uno solo en la caridad".
  Entre las responsabilidades más importantes del obispo, prosiguió el pontífice, está "la promoción del carisma de la unidad, que constituye un
poderoso testimonio de la unicidad de Dios y una característica de la Iglesia una, santa, católica y apostólica. 

Con vuestro ministerio estáis llamados a fortalecer al pueblo a quien Dios ha elegido como suyo, a
servirlo y reunirlo en un solo templo, una digna morada para el Espíritu".
  "Debéis apoyar a vuestros sacerdotes, vuestros colaboradores más cercanos, y estar atentos a sus necesidades y aspiraciones, interesándoos por su
bienestar material, espiritual e intelectual. 

Ellos, como hijos y compañeros de trabajo, están llamados a su vez, a respetar vuestra autoridad y a
trabajar con alegría, humildad y plena dedicación por el bien de la Iglesia, pero siempre bajo vuestra dirección. 

Los lazos de amor fraterno y de interés común que mantengáis con vuestros sacerdotes serán la base para superar las tensiones que puedan surgir, y promover las condiciones más propicias para
el servicio del pueblo de Dios, (...) llevándoles a conocer su valor y a asumir la dignidad que les corresponde como hijos de Dios.".
"Los religiosos y religiosas también necesitan vuestra orientación y  apoyo", observó el

 Santo Padre. 
"El testimonio de vuestro amor profundo por
Jesucristo y su Iglesia
les ayudará en su entrega a la perfecta pobreza, castidad y obediencia a la vida a la que han sido llamados".
Benedicto XVI concluyó recordando la importancia de la vida consagrada y pidió a los prelados que garantizasen siempre a los consagrados "una sólida  
formación humana, espiritual y teológica".    

AL/        VIS

20110617 (500)

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