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jueves, 17 de mayo de 2012


FIESTA 

SAN ISIDRO LABRADOR.



San Isidro Labrador Martes 15 de mayo de 2012-


Catedral de San Isidro. 
Homilía Monseñor Oscar Ojea.
Queridos hermanos, celebramos con inmenso gozo la fiesta de nuestro Patrono. 
San Isidro tiene un Patrono laico, hombre de familia, trabajador de la tierra, qué significativo que es esto para el tiempo que vivimos, la hora de un laicado, que debe despertar a renovar su vocación bautismal. 
El Papa nos ha llamado a vivir el año de la fe, que es volver a las raíces de nuestra unión con Dios. Qué importante en esta renovación, el redescubrir de la belleza y la fuerza de la fe, como dice el papa Benedicto “Qué importante es la vuelta a la fuentes bautismales”. Al agua primera que me dio la vida, la vida verdadera, la pertenencia a la vid, al árbol de la vid. San Isidro era esos amigos de Dios que entendieron que el amor a Dios, la vida de unión con él, la santidad, con ese mismo amor tenía que amar al prójimo. Con el mismo amor que amamos a Dios amamos al prójimo. 
No son dos amores diferentes, es un solo.
 Por eso San Isidro famoso por su devoción, por su fervor, por su devoción, particularmente a la Eucaristía, al San tísico Sacramento, San Isidro que trabajaba para un señor de la tierra, arando y trabajando el campo que no era de él, sin embargo era un señor de la caridad, tenía el señorío de la caridad. 
Pobre como el más pobre, tenía un corazón abierto, dilatado y sensible para los hermanos más pobres.
Conocido es el milagro de la olla, se le acaba la comida para dar y para comer, había gastado todas las viandas en aquellos que le habían pedido alimento. 
Entonces le dice a su mujer, a Santa María de la Cabeza que seguramente en el fondo de la olla iba a quedar algo más todavía. 
Es, a veces, un sueño que tenemos los que solemos raspar la olla, pero en este caso se nos cuenta que quedaba más, que el Señor quiso bendecir la caridad de Isidro dándole algo más para entregar a los pobres.
Decía un gran escritor francés del siglo veinte, Paúl Clodel, decía que el verdadero pobre, según el evangelio, es el que sabe que hay otro más pobre que él. Ese es el auténtico pobre, el que sabe que hay otro más pobre que él, entonces conoce el fondo de su pobreza y su pobreza interior lo mueve a la sensibilidad para con el prójimo.
Que maravilloso que San Isidro tenga como patrono este hombre que vivió la caridad con señorío. 
Siendo muy pobre y siendo un auténtico trabajador de la tierra, de la tierra de la cual nos sentimos tan lejos en este mundo, en donde los progresos científico técnicos, en donde la civilización de la imagen, nos van alejando poco a poco de los bienes de la creación, qué significativo tener este santo que vivió tan cerca de la tierra. 
De algún modo, el texto que escuchamos del Apóstol Santiago, viene tan bien para los tiempos que vivimos hoy, él pudo esperar de la tierra el fruto, con los imponderables pero con confianza en Dios, esperando las lluvias, sin ver nada, cuando el fruto todavía no está, sólo está la seguridad de haber sembrado, pero el fruto no se ve, es como la noche, sin embargo la confianza en Dios hace que de veras esperemos con una espera activa la llegada del fruto, que no proviene de nuestra propia industria, sino que viene de Dios. 
Comentando esta realidad dice San Agustín, “Siembren, aún no ven lo que recogerán, pero tengan fe y sigan sembrando, acaso el labrador al sembrar ve ya recogida su mies. 
El saca de su granero y esparce en la tierra el trigo que ha guardado con tanto trabajo y cuidado, confía sus semillas a la tierra. 
Y tú no confías tus obras a aquel que hizo el cielo y la tierra”. 
Qué bueno es reflexión sobre la paciencia, y sobre la confianza en lo que la madre tierra da aplicado en la confianza en Dios. 
Podemos estar viviendo momentos muy difíciles y sin embrago tenemos que seguir sembrando, tenemos que seguir trabajando, tenemos que sembrar esperanza, tenemos que sembrar en esta tierra, que es una tierra dura, es la tierra dura de Adán, es tierra donde hay pecado y donde hay mal, no es una tierra fácil de arar, es tierra dura. 
Durante mucho tiempo no se ve el fruto pero aún así, sembrando en una tierra dura, el trabajo mismo de la siembra, el esfuerzo de la siembra, el contacto con la realidad de la tierra hace que el buen Dios traiga el fruto que necesitamos, que lo da Él, no lo producimos nosotros, como producimos tantas cosas, pero no podemos quedar mirando lo que producimos como si fuéramos idólatras, sino que tenemos que aprovechar lo que producimos para poder contemplar la obra de Dios en el corazón del hombre, allí está la siembra, allí está el fruto verdadero, lo que Dios siembra en cada corazón.
Pidámosle a la intercesión de San Isidro Labrador y a su esposa Santa María de la Cabeza, este santo tan querido en Madrid, este santo de fines del siglo XI, que nos parece tan lejano en el tiempo, tiempo que en aquel Madrid se dialogaba con árabes, con judíos, en aquella España en la que se podía convivir en un diálogo en donde claramente estaban las diferencias, donde claramente estaban las identidades que no se rompían por hacer posible el diálogo con el diferente.
Pidámosle a la intercesión de San Isidro poder construir desde nuestro lugar, desde nuestra diócesis, un país desde donde podamos sembrar con esperanza y con esperanza en Dios, sembrar mucho, ayudarnos cuando no podemos ver nada y aprender a dialogar en un mundo plural, en un mundo donde se nos presenta, en muchos aspectos, como nuevo pero que el Señor va a hacer posible que podamos construirlo como un mundo mejor, como un mundo más humano, como un mundo más digno para cada hermano.
Que el Señor así nos lo conceda.
Dr. J.C. Amatucci.

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