Bioética.
¿Quiénes somos nosotros para decidir: cuánto, deben
vivir nuestros hijos?
Enviado por el Dr. Juan Carlo Amatucci.
En un artículo publicado el jueves 26 de abril, en el diario
tucumano La Gaceta, se relató la historia de una mujer que siguió con su
embarazo pese a que a sus hijos (mellizos) se les diagnosticó casi nula
sobrevida fuera del útero materno.
Los mellizos, varón y mujer fueron
diagnosticados con anencefalia (sin cerebro) en el varón, y encefalocele
(cerebro con hernia) en la mujer. "Ya no recuerdo la infinidad de médicos
que me vieron desde entonces. Ninguno sabía explicarnos a mi marido y a mí cuál
era el pronóstico. Sólo se apresuraban a aclararnos: 'miren, esta es una
decisión de ustedes, piensen tranquilos, que nadie los va a juzgar... ¿Decidir
qué? ¿Quién nos va a juzgar? ¡No entendíamos nada! ¡Todavía no nos caía la
ficha! Y ellos seguían: 'no se aten a la moral ni a la religión...' A ver...
¡sólo quiero saber qué se puede hacer! ¡No me empiecen hablando de la
interrupción del embarazo!", relató la mujer de 37 años, a La Gaceta.
"Lo
único que sabíamos era que había dos corazones latiendo a full. ¡Y no los
íbamos a parar nosotros!
Pero ¿cómo sigue esto?
Uno de los ecografistas apenas
me vio me dijo: 'seguir con el embarazo es una locura.
Se te va a hinchar la
panza, no vas a poder aguantar el dolor´.
Ahí sí me asusté muchísimo.
¿A qué me
estoy exponiendo, si mis hijos se van a morir igual?
Después mi ginecóloga me
tranquilizó: 'no, mirá, vamos a continuar el embarazo mientras no pongamos en
riesgo tu salud.
Los bebés estarán bien siempre que estén en tu panza'",
contó.
Enfrentar la mirada del otro no era más fácil
que escuchar a los médicos.
"Me tuve que bancar que me digan:
'Dios sabe
por qué te manda esto',
'si Él lo permite por algo será',
los hijos pagan por
los pecados de los padres'... Entonces dije ¡basta!
Mis hijos no son un
castigo”.
La mujer recordó que el embarazo pasó como “una
ráfaga de felicidad”, pero “sin preparativos ni elección de nombres. En cambio,
había que hacer otras cosas: comprar ropa para la partida, averiguar sobre el
servicio de sepelio. Cuando le pedí a mi marido que se encargara de todo eso,
se quedó mirándome como si no entendiera nada, hasta que se dio cuenta.
¡Es tan
duro todo esto...!".
A los siete meses de gestación, el 18 de abril,
se realizó la cesárea programada, que transcurrió sin sobresaltos, como el
embarazo.
Los dos niños nacieron vivos y fueron bautizados en el mismo
quirófano por un sacerdote.
El varón fue el primero en partir, vivió sólo una
hora.
Por otro lado, la niña todavía sigue aferrada a
la vida.
Quieta y sin llorar, espera a su madre en los horarios de visita.
Inexplicablemente, mueve el pie cuando la mamá se lo acaricia y ciñe con
fuerzas el dedo de su papá.
El dolor es muy grande. Y la historia aún está
inconclusa, pero este matrimonio no se arrepiente de nada, aceptaron la vida
tal como venía, quizás, porque pensaron que aunque triste, es más humano
sepultar a los hijos que deshacerse de ellos.
"¿Quiénes somos nosotros para decidir
cuánto deben vivir nuestros hijos?", concluyeron. +
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