"No tendríamos que cansarnos nunca de replantear esa pregunta, de recomenzar desde Dios para devolver al ser humano la totalidad de susdimensiones, su dignidad plena", dijo el Santo Padre, "De hecho, la mentalidad difusa en nuestro tiempo que renunciaa cualquier referencia a la trascendencia, se ha demostrado incapaz decomprender y preservar lo humano.
La difusión de esta mentalidad ha engendrado la crisis que vivimos hoy, que es crisis de significado devalores, antes que económica y social (...) En este marco, la cuestión de Dios es, de alguna manera, 'la cuestión de las cuestiones'. Nos lleva a los interrogantes de fondo del ser humano, a los anhelos de verdad, de felicidad y libertad grabados en su corazón y que quieren cumplirse".
Por eso también urge replantear la cuestión de Dios en el tejido eclesial.(...) La primera respuesta al gran desafío de nuestro tiempo estriba,entonces, en la conversión profunda de nuestro corazón, para que el Bautismo que nos hizo luz del mundo y sal de la tierra nos transforme realmente",concluyó el Santo Padre.
"Si es verdad que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, la cuestión de Dios se despierta a través del encuentro con quienes tienen el don de la fe, una relación vital con el Señor (...) Aquí vuestro papel de fieles laicos es muy importante (...) Estáis llamados a ofrecer un testimonio transparente de la relevancia de la cuestión de Dios en todos los ámbitos del pensamiento y la acción. En la familia, en el trabajo, como en la política y en la economía, el ser humano contemporáneo necesita ver y sentir cómo con Dios o sin Dios cambia todo".
"Pero el reto de una mentalidad cerrada a la trascendencia obliga a losmismos cristianos a regresar a la centralidad de Dios. A veces se insistepara que la presencia de los cristianos en la sociedad, la política o laeconomía sea más incisiva sin preocuparse igualmente de la solidez de sufe, como si fuera un dato adquirido para siempre. En realidad los cristianosno viven en un planeta lejano, inmune de las 'enfermedades del mundo', sinoque comparten la turbación, la desorientación y la dificultad de su época.Por eso también urge replantear la cuestión de Dios en el tejido eclesial.(...) La primera respuesta al gran desafío de nuestro tiempo estriba,entonces, en la conversión profunda de nuestro corazón, para que el Bautismo que nos hizo luz del mundo y sal de la tierra nos transforme realmente",concluyó el Santo Padre.
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