2013
Espiritualidad.
"La tradición y la voluntad de Dios"
Colaboración:Dr. Juan Carlo Amatucci
Comentario del Evangelio por Beato John Henry Newman (1801-
1890), teólogo.
Enviado por Evangelizo.org a Carlo Amatucci;
Enviado por Evangelizo.org a Carlo Amatucci;
Periodista y L.C.
No importa mucho la manera por la que aprendemos a conocer la voluntad de Dios. Puede ser por la Sagrada Escritura, por la tradición apostólica, o bien por lo que San Pablo llama la “naturaleza”. Lo que importa es que estemos seguros que es la voluntad de Dios. En realidad, Dios nos revela el contenido de la fe por la inspiración, es un asunto de orden sobrenatural. Pero nos ilumina sobre las cuestiones prácticas de la moral a través de nuestra propia conciencia, guiada por Dios mismo. Las cuestiones formales, nos las revela por la tradición de la Iglesia, para ponerlas en práctica, aunque no deriven de la Sagrada Escritura. Lo digo para responder a las preguntas que nosotros mismos nos podemos hacer:
No importa mucho la manera por la que aprendemos a conocer la voluntad de Dios. Puede ser por la Sagrada Escritura, por la tradición apostólica, o bien por lo que San Pablo llama la “naturaleza”. Lo que importa es que estemos seguros que es la voluntad de Dios. En realidad, Dios nos revela el contenido de la fe por la inspiración, es un asunto de orden sobrenatural. Pero nos ilumina sobre las cuestiones prácticas de la moral a través de nuestra propia conciencia, guiada por Dios mismo. Las cuestiones formales, nos las revela por la tradición de la Iglesia, para ponerlas en práctica, aunque no deriven de la Sagrada Escritura. Lo digo para responder a las preguntas que nosotros mismos nos podemos hacer:
“¿Porqué observar ritos y formas que no son prescritos por la Escritura?”
La Escritura nos prescribe lo que hay que creer, aquello hacia lo cual hay que tender, lo que hay que mantener. Pero no nos habla de la manera concreta de hacerlo. Dado que no podemos hacerlo más que de esta o de aquella manera, forzosamente añadiremos algo a lo que la Sagrada Escritura nos dice. Nos recomienda, p. e. reunirnos para la oración, relaciona su eficacia (de la oración) a la unión de corazones. Pero la Escritura no indica ni el momento ni el lugar de la oración, la Iglesia tiene que completar lo que la Escritura simplemente prescribe de forma general... Se puede decir que la Biblia nos da el espíritu de nuestra religión; la Iglesia, en cambio, modela el cuerpo donde este espíritu se encarna. La gente que intenta adorar a Dios de una manera, digamos “puramente espiritual”, acaban por no adorarlo en absoluto. Es un hecho corriente. Cada uno puede verlo por su propia experiencia... No, la Escritura no nos tiene que revelar todo; nos da los medios para descubrir todas las cosas. Dios nos ha prometido su luz, pero a su manera, no a la nuestra.
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Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.
Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia
y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!".
Al verlos, Jesús les dijo:
"Se echó rostro en tierra, a los pies de Jesús, dándole gracias".
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.
Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia
y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!".
Al verlos, Jesús les dijo:
"Vayan a presentarse a los sacerdotes".
Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta
y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces:
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta
y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces:
"¿Cómo, no quedaron purificados los diez?
Los otros nueve, ¿dónde están?
¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?".
Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado". Comentario del Evangelio por : San Claudio de la Colombière (1641-1682), jesuita
“Se echó rostro en tierra, a los pies de Jesús, dándole gracias”La meditación sobre el amor de Dios, me ha impresionado fuertemente considerando los bienes que recibo de Dios desde el primer momento de mi vida hasta hoy. ¡Cuánta bondad! ¡Cuánto desvelo! ¡Cuánta providencia para el cuerpo y para el alma! ¡Cuánta paciencia! ¡Cuánta dulzura!... Me parece que Dios me ha hecho penetrar y ver claramente esta verdad: primero, que él está en todas las criaturas; segundo, que todo lo que hay de bueno en ellas es él; tercero, que es él quien nos hace todo el bien que de ellas recibimos. Y me parece ver a este rey de gloria y majestad dedicado a calentar nuestras vestiduras, a refrescarnos con el aire, a alimentarnos con la comida, a alegrarnos con los sonidos y en los objetos agradables, a producir en mí todos los movimientos necesarios para vivir y actuar. ¡Qué maravilla!
¡Quién soy yo, oh Dios mío, para ser así servido por vos, en todo momento, con tanta asiduidad y en todas las cosas con tanto mimo y tanto amor! Y hace lo mismo con todas las demás criaturas; mas todo eso por mi, igual que un intendente celoso y vigilante que hace trabajar en todos los rincones del reino para su rey. Lo que es más admirable es que Dios hace esto mismo con todos los hombres, aunque nadie piense en ello, si no es alguna alma escogida, alguna alma santa. Es preciso que, al menos yo, piense en ello y sea agradecido.
Me imagino que, así como Dios quiere que el fin último de todos sus actos sea su gloria, así también hace todas estas cosas principalmente por amor de aquellos que piensan en ello y admiran así su bondad, le quedan reconocidos, y de ahí nace la ocasión para amarle: los demás reciben los mismos bienes como por casualidad o por suerte… Dios nos da incesantemente el ser, la vida, las acciones de todo cuanto en el universo hay creado.
Esta es su ocupación en la naturaleza; la nuestra debe ser la de recibir sin cesar lo que nos envía de todas partes y devolvérselo con acción de gracias, alabándole y reconociendo que él es el autor de todas las cosas.
¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?".
Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado". Comentario del Evangelio por : San Claudio de la Colombière (1641-1682), jesuita
“Se echó rostro en tierra, a los pies de Jesús, dándole gracias”La meditación sobre el amor de Dios, me ha impresionado fuertemente considerando los bienes que recibo de Dios desde el primer momento de mi vida hasta hoy. ¡Cuánta bondad! ¡Cuánto desvelo! ¡Cuánta providencia para el cuerpo y para el alma! ¡Cuánta paciencia! ¡Cuánta dulzura!... Me parece que Dios me ha hecho penetrar y ver claramente esta verdad: primero, que él está en todas las criaturas; segundo, que todo lo que hay de bueno en ellas es él; tercero, que es él quien nos hace todo el bien que de ellas recibimos. Y me parece ver a este rey de gloria y majestad dedicado a calentar nuestras vestiduras, a refrescarnos con el aire, a alimentarnos con la comida, a alegrarnos con los sonidos y en los objetos agradables, a producir en mí todos los movimientos necesarios para vivir y actuar. ¡Qué maravilla!
¡Quién soy yo, oh Dios mío, para ser así servido por vos, en todo momento, con tanta asiduidad y en todas las cosas con tanto mimo y tanto amor! Y hace lo mismo con todas las demás criaturas; mas todo eso por mi, igual que un intendente celoso y vigilante que hace trabajar en todos los rincones del reino para su rey. Lo que es más admirable es que Dios hace esto mismo con todos los hombres, aunque nadie piense en ello, si no es alguna alma escogida, alguna alma santa. Es preciso que, al menos yo, piense en ello y sea agradecido.
Me imagino que, así como Dios quiere que el fin último de todos sus actos sea su gloria, así también hace todas estas cosas principalmente por amor de aquellos que piensan en ello y admiran así su bondad, le quedan reconocidos, y de ahí nace la ocasión para amarle: los demás reciben los mismos bienes como por casualidad o por suerte… Dios nos da incesantemente el ser, la vida, las acciones de todo cuanto en el universo hay creado.
Esta es su ocupación en la naturaleza; la nuestra debe ser la de recibir sin cesar lo que nos envía de todas partes y devolvérselo con acción de gracias, alabándole y reconociendo que él es el autor de todas las cosas.
He prometido a Dios de hacer cuanto esté de mi parte.
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El dedo de Dios.
Catecismo de la Iglesia Católica
Enviado por Evangelizo al Dr. J.C.Amatucci; Periodista y L.C. "Espíritu Santo", tal es el nombre propio de Aquel que adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y lo profesa en el Bautismo de sus nuevos hijos (cf. Mt 28, 19).
El término "Espíritu" traduce el término hebreo Ruah, que en su primera acepción significa soplo, aire, viento. Jesús utiliza precisamente la imagen sensible del viento para sugerir a Nicodemo la novedad transcendente del que es personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu divino (Jn 3, 5-8). Por otra parte, Espíritu y Santo son atributos divinos comunes a las Tres Personas divinas…
Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", literalmente "aquel que es llamado junto a uno", advocatus (Jn 14, 16. 26; 15, 26; 16, 7). "Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador", siendo Jesús el primer consolador (cf. 1 Jn 2, 1). El mismo Señor llama al Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (Jn 16, 13).
Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de los Apóstoles, en San Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la promesa (Ga 3, 14; Ef 1, 13), el Espíritu de adopción (Rm 8, 15; Ga 4, 6), el Espíritu de Cristo (Rm 8, 11), el Espíritu del Señor (2 Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rm 8, 9.14; 15, 19; 1 Co 6, 11; 7, 40), y en San Pedro, el Espíritu de gloria (1 P 4, 14).
Los símbolos del Espíritu Santo (el agua, la unción, el fuego, la nube y la luz, el sello y la paloma)
La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos (cf. Mc 6, 5; 8, 23) y bendice a los niños (cf. Mc 10, 16). En su Nombre, los Apóstoles harán lo mismo (cf. Mc 16, 18; Hch 5, 12; 14, 3). Más aún, mediante la imposición de manos de los Apóstoles, el Espíritu Santo nos es dado (cf. Hch 8, 17-19; 13, 3; 19, 6). En la carta a los Hebreos, la imposición de las manos figura en el número de los "artículos fundamentales" de su enseñanza (cf. Hb 6, 2). Este signo de la efusión todopoderosa del Espíritu Santo, la Iglesia lo ha conservado en sus epíclesis sacramentales.
El dedo. "Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la "carta de Cristo" entregada a los Apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón" (2 Co 3, 3). El himno Veni Creator invoca al Espíritu Santo como dextrae Dei Tu digitus ("dedo de la diestra del Padre").
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Oración por
el Papa Francisco.
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Dios en busca
del hombre extraviado.
San Ambrosio,obispo y doctor de la Iglesia.
Sobre el evangelio de san Lucas 15,1-32.
Enviado por Evangelizo.org al
Dr. J.C.Amatucci; Periodista y L.C.
Puesto que la debilidad de los hombres no sabe mantener un camino firme en este mundo resbaladizo, el buen médico le enseña los remedios contra el extravío, y el juez misericordioso de ninguna manera rechaza la esperanza del perdón. Es por este motivo que san Lucas ha propuesto las tres parábolas siguientes: la oveja que se había extraviado y que fue hallada, la moneda de plata que se había perdido y se encontró, el hijo que se daba por muerto y recobró la vida. Todo ellos es para que este triple remedio nos impulse a curar nuestras heridas… La oveja cansada es devuelta al redil por el pastor; la moneda extraviada es hallada; el hijo pisa de nuevo el camino y regresa a su padre arrepentido de su extravío…
Alegrémonos, pues, de que esta oveja que se extravió en Adán, sea levantada por Cristo. Las espaldas de Cristo son los brazos de la cruz; es en ella donde he dejado mis pecados, es sobre esta horca que he encontrado mi descanso. Esta oveja es única en su naturaleza, pero no en sus personas, porque nosotros todos formamos un solo cuerpo, pero somos muchos miembros. Por esto está escrito: “Sois el cuerpo de Cristo y miembros de sus miembros” (1C 2,27). “El Hijo del hombre ha venido para salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10), es decir, a todos los hombres puesto que “si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida” (1C 15,22)… Tampoco es sin relevancia que esta mujer se alegre de haber encontrado la moneda: pues no es poca cosa que en esta moneda figure el rostro de un príncipe. De la misma manera el rostro del Rey es el bien de la Iglesia. Nosotros somos ovejas: pidamos las praderas: Somos la moneda: conservemos nuestro valor. Somos los hijos: corramos hacia el Padre.
Oración por
el Papa Francisco.
Oración por el Papa
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Padre Nuestro que estás en el cielo,
que todo lo gobiernas a través de Tu Hijo Jesucristo Ten piedad y misericordia de Tu amadísimo hijo el Papa Francisco y concédele por tu infinita misericordia, larga vida y salud en abundancia, para encaminar al mundo por senderos de paz y justicia, de amor y prosperidad y de verdadera santidad. Dale a tu vicario en la tierra fuerza, protección y los dones del Espíritu para cumplir con la misión que le has encomendado. Gracias Señor por darnos a Francisco. Danos la gracia de estar siempre con el, unidos a tu rebaño, la Iglesia Católica. Por Nuestro Señor Jesucristo Amén. |
Dios en busca
del hombre extraviado.
San Ambrosio,obispo y doctor de la Iglesia. Sobre el evangelio de san Lucas 15,1-32.
Enviado por Evangelizo.org al
Dr. J.C.Amatucci; Periodista y L.C.
Puesto que la debilidad de los hombres no sabe mantener un camino firme en este mundo resbaladizo, el buen médico le enseña los remedios contra el extravío, y el juez misericordioso de ninguna manera rechaza la esperanza del perdón. Es por este motivo que san Lucas ha propuesto las tres parábolas siguientes: la oveja que se había extraviado y que fue hallada, la moneda de plata que se había perdido y se encontró, el hijo que se daba por muerto y recobró la vida. Todo ellos es para que este triple remedio nos impulse a curar nuestras heridas… La oveja cansada es devuelta al redil por el pastor; la moneda extraviada es hallada; el hijo pisa de nuevo el camino y regresa a su padre arrepentido de su extravío…
Alegrémonos, pues, de que esta oveja que se extravió en Adán, sea levantada por Cristo. Las espaldas de Cristo son los brazos de la cruz; es en ella donde he dejado mis pecados, es sobre esta horca que he encontrado mi descanso. Esta oveja es única en su naturaleza, pero no en sus personas, porque nosotros todos formamos un solo cuerpo, pero somos muchos miembros. Por esto está escrito: “Sois el cuerpo de Cristo y miembros de sus miembros” (1C 2,27). “El Hijo del hombre ha venido para salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10), es decir, a todos los hombres puesto que “si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida” (1C 15,22)… Tampoco es sin relevancia que esta mujer se alegre de haber encontrado la moneda: pues no es poca cosa que en esta moneda figure el rostro de un príncipe. De la misma manera el rostro del Rey es el bien de la Iglesia. Nosotros somos ovejas: pidamos las praderas: Somos la moneda: conservemos nuestro valor. Somos los hijos: corramos hacia el Padre.